La pregunta del millón desde que abrió sus puertas Pinta en el Metropolitan Pavillion del ascendente vecindario de Chelsea es saber si el arte latinoamericano podrá capear el temporal que azota al mercado de arte y al criterio realista a la hora de fijar los precios.
Pinta no es un mundo aparte, pero ya es un triunfo repetir la hazaña de conquistar para el arte latinoamericano un lugar en el escenario del arte más competitivo del planeta.
En su segunda edición, la feria organizada por Alejandro Zaia, Diego Costa Peuser y Mauro Herliztka, que termina hoy, busca consolidar su posición frente a la oferta desmesurada de 150 museos y más de 500 galerías que exhiben desde Giacometti y Picasso a Bacon y Cindy Sherman. Por suerte para Pinta, que ambiciona estrenar en 2009 la versión londinense y que este año reunió a 50 galerías de arte de todo el continente, han sido los museos los grandes protagonistas, con sus compras a través del programa de matching funds instituido para enriquecer el patrimonio de las instituciones participantes.
El primer paso lo dio el Malba de Buenos Aires a través del grupo de viajeras integrantes de la Asociación de Amigos que preside Florencia Valls, al adquirir un trabajo del peruano Fernando Bryce, artista invitado de Pinta, para el patrimonio del museo. Bryce es un artista ocurrente, que nutre su obra de reflexiones costumbristas y políticas, anudadas en la investigación de manuscritos y papeles de rara visibilidad, según explicó en la American Society, en el acto inaugural de la feria, con la presencia de Patricia Phelps de Cisneros y Estrellita Brodsky, dos influyentes coleccionistas de arte latinoamericano, consideradas "madrinas" de esta feria, que espera ver pasar este año a unos 20.000 visitantes.
Cosecha visual
La siembra de la venezolana Cisneros, con su mirada a la abstracción, ha dado resultado. Se observa en las galerías participantes, desde Cecilia de Torres a Gianni Campochiaro, la paulista Nara Roesler, Mary-Ane Martin, Van Eyck, Leon Tovar, Arevalo, Durban Segnini y Alexandra Von Hartz, entre otros, con una selección centrada en las obras de los constructivos y los cinéticos.
Tal como sucedió en arteBA 2008, la obra de mecánica sutil realizada por Crespin, heredero de la exquisita construcción de Gego, fascinó a los compradores: las dos obras exhibidas por Cecilia de Torres literalmente volaron de las manos por 75.000 dólares cada una. La producción de Crespin tiene lista de espera.
El panorama que ofrece Pinta es un claro indicador del giro copernicano en la percepción del arte latinoamericano y su calado en otras experiencias visuales, como se advierte en la obra de Luis Camnitzer que exhibe Orly Benzacar, escoltada por trabajos de León Ferrari y una pieza estupenda de Enio Iommi, que atrajo la mirada de una coleccionista de fuste como es Claudia Caraballo de Quentin. Los dibujos de Gustavo Bonevardi y el irresistible trazo de Julián Terán, los collages de María Noel y la obra reciente de Eduardo Stupía son algunas de las escalas obligadas en el recorrido por el Metropolitan Pavillion y el edificio adyacente, el Altman Buildong, con piezas de mayor voltaje. Por caso, los trabajos autorreferenciales de Nicola Costantino, una de las más favorecidas a la hora de las ventas, que integran desde ayer la colección del Blanton Museum y colecciones particulares.
Ayer por la tarde presentó aquí su último libro Liliana Porter, sin duda la artista más potente de la Argentina actual, y hoy hará otro tanto Nicola Costantino. El cierre será la oportunidad para un nuevo concierto de Esteban Morgado, auspiciado por el gobierno porteño. Una buena idea del ministro de Cultura, Hernán Lombardi, para asociar la propuesta estética de Pinta con el tango, que potencia en el imaginario internacional la marca Argentina.
Fuente: La Nación