La logística del Banco de Alimentos facilita que gracias a la donación de empresas y el trabajo de cientos de voluntarios más de 800 comedores reciban mercadería.
En el funesto año de 2001, en plena crisis política y económica, un grupo de amigos se reúnen para dar marcha a una iniciativa solidaria de fuerte alcance. Es así como abren las puertas del primer Banco de Alimentos del país en Buenos Aires, inspirados en un proyecto activo en Estados Unidos desde 1960. Hoy, como parte de una red nacional integrada por otros 16 centros, reciben donaciones de aproximadamente 150 empresas. Mediante distintas organizaciones sociales, distribuyen alimentos a 809 comedores ubicados en la Ciudad de Buenos Aires y 29 partidos del Gran Buenos Aires, que alcanzan a 110.000 personas por día.
Recibir, seleccionar, conservar en condiciones apropiadas y trasladar cada uno de los alimentos para que lleguen en perfecto estado a las mesas donde serán consumidos, requiere de una logística compleja. La tarea no es menor. A diario se rescatan los excedentes del sector agropecuario, de las empresas comercializadoras y los supermercados. Por varios motivos, hay productos que las compañías no llegan a comercializar, pero que sí pueden consumirse.
Para que un alimento llegue a una góndola debe cumplir ciertas normas. Por ejemplo, que la fecha de vencimiento se identifique con claridad. “Por cuestiones técnicas, de tiempos en depósito o de packaging, ciertos productos no ingresan a los canales comerciales, pero siguen siendo perfectamente aptos para consumo y por eso se dona. No entregamos nada vencido”, explicó Gabriela Fantín, responsable de Donantes de Alimentos.
Las razones por las que se donan frutas y verduras residen, por lo general, en que están por fuera de los requisitos del mercado interno o externo. “No se pueden vender o el precio es muy bajo. Entonces, lo redireccionan porque el esfuerzo comercial sería mayor que la ganancia. Si esa mercadería no fuera donada, en muchos casos, tendría un alto costo para el productor por el valor del decomiso”, dijo Fantín.
Etapas
Desde 2011, el Banco de Alimentos en Buenos Aires opera en una superficie de 2.500 metros, en los que cuentan con 800 posiciones para almacenar, seis reefers para 90 pallets de frío y oficinas. La variedad de refrigerados abarca lácteos, papas congeladas, helado, hamburguesas, entre otros.
Por los vencimientos, la rotación promedio es de aproximadamente un mes. La verdura sale a destino final en dos días una vez recibidas y los artículos de limpieza en un mes y medio.
La mercadería es trasladada por el donante hasta el Banco de Alimentos o bien puede ser retirada por un camión de la entidad con capacidad para ocho pallets y 3.500 Kg. “Si el ofrecimiento es mayor, a las empresas de transporte les pedimos que nos donen la vuelta de un semi. Si no es posible, nosotros contratamos un vehículo de carga”. Luego, se controlan cada uno de los remitos correspondientes a los alimentos.
Si los productos donados no están listos para entregar, pasa a un proceso de clasificación en “un área específica, con temperaturas controladas, donde trabajan muchos voluntarios. Recién entonces se pueden ofrecer. Usualmente clasificamos unos 130.000 Kg. promedio por mes”, señaló Alejandra Molina, directora de Operaciones del Banco de Alimentos.
Una vez terminadas esas etapas, los productos son inventariados y otro equipo de voluntarios ofrece 15 productos distintos con 15 vencimientos a los comedores por varias vías, principalmente telefónica. Para la entrega de 20 toneladas de mercadería por jornada, “llamamos todos los días a unas 40 organizaciones para las próximas 48 horas”, comentó Molina. Una vez que se detecta la partida a donar, se verifica el producto, la cantidad, sus características y el stock existente.
“Cada comedor elige lo que se va a llevar. No ofrecemos un combo, sino que informamos de qué disponemos. Limitamos las cantidades en función de la población que asiste, pero las organizaciones deciden si el producto les sirve o no, arman un pedido y lo vienen a buscar, siempre contando con el papeleo indicado para que puedan viajar legalmente”, explicó Gabriela Fantín.
En algunos casos, el Banco de Alimentos lleva la mercadería hasta el lugar donde serán consumidos los alimentos, gracias a programas como Vamos o En Camino, que se hacen los sábados o algunos días de semana, aunque se trata de un porcentaje muy bajo. “Es una ayuda que se hace por un año, período en que el beneficiado tiene que gestionar una donación de transporte o conseguir vehículo propio”, indicó Molina.
Para ampliar la base de donantes, el Banco de Alimentos rastrea distintas empresas. “Muchas compañías que hacen alimentos no tiran su merma o excedentes, pero se les complica a la hora de administrar sus donaciones. En general, a cada una llegan pedidos de la gente de su zona, lo que les implica preparar la mercadería, entregarla y hacer remitos”, dijo Fantín.
“Ofrecemos nuestra experiencia y nuestra tarea diaria y las compañías mantienen sus vínculos históricos con la zona. Al manejar las donaciones desde nuestro centro, las empresas ganan en practicidad, reducen sus costos de decomiso y operativos, además de ganar espacio en sus depósitos”, agregó.
Por su parte, Molina estimó que son 150 las firmas donantes. “Las 10 mayores componen el 70% por ciento de lo que recibimos por mes. El resto son más chicas o donan más esporádicamente. Los comedores son 803. El año pasado incorporamos 150, pero también hubo algunos que se dieron de baja o suspendieron su actividad. Tienen reglas que cumplir o muchas veces cierran”.
Voluntariado y futuro
El movimiento de voluntarios tiene su dinámica propia. Están los que asisten todos los días y los que concurren una o dos veces por semana. La mayor parte está destinada en el área de administración, que de forma diaria hacen los pedidos. Trabajan junto con personal del staff y clasificación, donde hay capacidad para 40 voluntarios en cada uno de los dos turnos.
En el área de clasificación se recibe voluntariado corporativo y escolar. También hay particulares, pero el grueso de las personas provienen de empresas, colegios y otras organizaciones sin fines de lucro. De acuerdo con una agenda programada se prevé la cantidad de visitas en el año y los turnos, a fin de no exceder la capacidad.
La mercadería se etiqueta con código de barras y se embala antes de ubicarla en las estanterías con sus datos reales para que pueda ser ofrecida a los comedores.
También se aceptan productos de higiene y limpieza. Incluso, algunos supermercados envían elementos de bazar o juguetes, aunque son una excepción.
El proyecto a futuro es “crecer en volumen porque no está resuelta la necesidad”, aseveró la directora de Operaciones y añadió: “Buscamos reducir el hambre con el aporte de un porcentaje de alimentos y sabemos que no cubrimos el cien por ciento de la necesidad. Por eso apuntamos a crecer en volumen aumentando la incorporación de comedores, pero es un objetivo escalonado porque requiere de mayor espacio”.
El Banco de Alimentos en Buenos Aires cuenta con un terreno que le fue donado, pero le falta un proyecto de construcción. “Donde estamos ahora agotamos la posibilidad de ampliar posiciones de frio. Tenemos reffers alquilados que tienen que estar afuera debido a los motores. A veces, conseguimos espacios prestados para almacenar, pero eso funciona más en el seco, porque el frio tiene una vida útil más corta”, dijo Alejandra Molina.
La entidad logra financiarse a través de la contribución voluntaria y simbólica que hace cada comedor por cada kilo de alimento que se lleva y de donaciones monetarias para pagar fletes, el alquiler del lugar y los recursos humanos. “La retribución monetaria del comedor hace que la gente elija si realmente si
rve una u otra mercadería”, aclaró.
Fantín especificó que en la medida que se logren mayores donaciones, se expandirá la cantidad de comedores. Al respecto, enfatizó la necesidad de contar con más transporte. “Tenemos un solo camión que fue una donación de una fundación de una empresa internacional. Nos gustaría tener la donación de otra unidad para resolver un problema de llegada o intercambio con los bancos de alimentos del interior. A veces, es imposible hacer un flete a Mendoza, Tucumán o Santiago del Estero”.
30 de mayo de 2017 – ep