Ordenó destrabar un amparo judicial que frena la licitación y quiere lanzar las obras, que durarán treinta meses, cuanto antes. Absorberá entre 30% y 50% de los autos de la avenida.
A poco más de un mes de las elecciones porteñas, Mauricio Macri lamenta no haber dejado su “legado” en la Ciudad. Así como Carlos Grosso –insignia del menemismo– será recordado por la creación de Puerto Madero, el líder del PRO también quiere dejar su sello. Por eso, y en busca de una obra emblemática, les sugirió a sus equipos técnicos que retomen la vieja idea del viaducto 9 de Julio.
Se trata de una autopista subterránea para tránsito liviano que, bajo tierra, uniría la Autopista Illia con la 25 de Mayo. “La avenida 9 de Julio está colapsada y vamos a retomar el proyecto de los túneles. Ahora estamos buscando financiamiento y va a ser la obra vial más importante que hagamos”, confirma Mauricio Macri a PERFIL.
Pero el jefe de Gobierno desestimó que empiece cuanto antes: “Será para la próxima gestión”, adelantó, convencido de que será reelegido. El proyecto original fue anunciado a mediados de 2008, poco después de que PERFIL adelantara la idea oficial de abrir una licitación para la obra, en marzo de ese año. En una decisión cuestionable, el ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chain, se mostró tan entusiasmado con el proyecto que pagó más de un millón de pesos para dos estudios sobre factibilidad técnica y de flujo de tránsito en la 9 de Julio, pero la obra nunca se hizo.
¿Qué sucedió? En agosto 2009, la ex titular del Inadi y hoy legisladora K, María José Lubertino, presentó un amparo ante la Justicia para frenar el túnel por carecer de estudios de impacto ambiental y por no haber consultado a los vecinos. Y tuvo éxito. El proyecto está desde entonces congelado.
Pero el Gobierno confía en que logrará corregir las exigencias de la Justicia y destrabar los últimos detalles legales. Consultado, el vocero de Chain prefirió no dar precisiones de la obra. Pero PERFIL pudo acceder a algunos detalles: se retomará el objetivo inicial del pliego de licitación suspendido: un túnel de 3,6 km de largo que podrá absorber más de 5 mil autos en hora pico. Según las estimaciones oficiales, se reducirá entre 30% y 50% el flujo de vehículos particulares que sólo usan la avenida como conexión entre Norte y Sur.
La semana pasada, Macri encabezó una reunión en la Jefatura de Gobierno, donde pidió que se aceleren los tiempos. Estaban presentes el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta; el ministro de Hacienda, Néstor Grindetti; el subsecretario de Tránsito, Guillermo Dietrich, Chain y Gustavo Matta y Trejo, titular de Autopistas Urbanas (Ausa), organismo que podría financiar el proyecto.
La obra tiene un costo estimado de US$ 300 millones, por lo que Macri pidió a Grindetti que se encargue de estudiar las alternativas de financiación necesarias para conseguir los fondos, ya sean a través de préstamos internacionales o, como pidió Macri, “ahorrando”. Si bien la idea es que la autopista tenga peaje, sólo servirá para absorber los costos de mantenimiento.
En la reunión se descartó la idea de contratar una tuneladora “topo” para excavar ambos túneles –la tecnología detrás del Maldonado–, por lo que la obra será bastante engorrosa para los vecinos, como sucede con las extensiones de las líneas de subte, con obradores cada pocas cuadras.
Parte del proyecto es aprovechar la merma de vehículos en la avenida para sumar dos carriles de Metrobús –ver página siguiente– que ayudarán a fortificar el transporte público en la zona.
Pero el proyecto es muy cuestionado porque, más allá de que no será sencillo conseguir los fondos, algunos creen que técnicamente es muy complejo implementarlo porque, por ejemplo, deberá pasar treinta metros debajo del Obelisco para no chocar con la red de subterráneos. “Por su profundidad va a contaminar las napas”, se enoja Lubertino y completa: “Va a propiciar el mayor ingreso de autos a la Ciudad y debería ser al revés.
Una obra así requiere un proceso licitatorio de seis meses, más unos 24 de obra, como mínimo. Recién para el final de la próxima gestión podrá ser inaugurada. La gran pregunta es si un gobierno correrá tantos riesgos (financieros y políticos)para una obra que, con suerte, se inaugure cuando ya haya perdido todo rédito político.
Fuente: Perfil
ABE – 31/05/2011