Un tercio de las exportaciones argentinas corresponden a las denominadas Manufacturas de Origen Industrial (MOI). Pese a los importantes cambios registrados en la economía argentina y mundial en los últimos 15 años, esta proporción se ha mantenido. Cierto es que en nuestro mundo globalizado, la inserción exportadora de la industria no ligada a los recursos naturales es un indicador que no puede descuidarse si se aspira a superar la condición de país en vías de desarrollo. Este trabajo realiza un análisis de la situación actual y apunta condiciones para superar el estado alcanzado.
Un tercio de las exportaciones argentinas corresponden a las denominadas Manufacturas de Origen Industrial (MOI). Pese a los importantes cambios registrados en la economía argentina y mundial en los últimos 15 años, esta proporción se ha mantenido (Fig. 1) . Una interpretación positiva de este hecho permitiría afirmar que el sector industrial fue capaz de acompañar el auge exportador de productos primarios y agroindustriales. Una lectura "del vaso medio vacío", por otro lado, permite ver que el sector industrial recuperado de la profunda crisis de 2002, con una relación cambiaria favorable, no pudo superar hasta el momento su límite histórico en esta materia.
Lo cierto es que en nuestro mundo globalizado, la inserción exportadora de la industria no ligada a los recursos naturales es un indicador que no puede descuidarse si se aspira a superar la condición de país en vías de desarrollo. Por otra parte, sólo el examen al interior del sector industrial permite observar diferencias entre sus distintos componentes y así detectar obstáculos y oportunidades. Si se observa la evolución de los grandes rubros de MOI se puede constatar que prácticamente ninguno pudo sortear la última década y media sin sufrir altibajos o caídas constantes en su participación relativa (Cuadro 1) . La única excepción está dada por las ventas externas de piedras y metales preciosos, incluida en las MOI por razones técnicas, pero vinculada fuertemente con la promoción de la actividad minera y por lo tanto sin mérito para este análisis por su dependencia de los recursos naturales.
Luego de un fuerte crecimiento pos crisis de 2002, aproximadamente la tercera parte de las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial corresponden al complejo automotor (vehículos y partes). Sin embargo, su desempeño relativo no llegó al nivel máximo alcanzado en la década pasada (ver Material de Transporte Terrestre en cuadro 1). Se trata de un flujo comercial administrado por grandes transnacionales y gobiernos, que se caracteriza por situaciones de relativa estabilidad definidas por el balance de fuerzas involucradas. Por lo tanto, la posibilidad de atraer una fracción sustancialmente mayor de las inversiones, a distribuir por las transnacionales en el tablero mundial, parece remota.
La producción de materias primas básicas (acero, cemento, plásticos, aluminio, sustancias químicas básicas, fertilizantes, papel, etc.) se orienta más bien al mercado interno, aunque suele exportar excedentes. Pocas son las plantas dimensionadas para el mercado externo. Tubos para la industria petrolera y aluminio son las excepciones más destacadas. En este grupo de productos, los incentivos fiscales pueden ser importantes para decidir inversiones en plantas locales, incluso en rubros inexistentes como el cobre, que actualmente se exporta como mineral.

Por su parte, manufacturas intensivas en mano de obra como textiles y productos de cuero, incluido el calzado, encuentran difícil la competencia por precio de sus productos masivos en el mercado mundial. Las exportaciones argentinas en estos rubros procuran por lo tanto diferenciarse mediante diseño y calidad. Sin duda hay mucho por hacer en esta materia, especialmente en los aspectos comerciales y de diseño.
El sector productor de medicamentos se encuentra entre los más prometedores habida cuenta de su desempeño exportador de los últimos años y de la existencia en el país de una base científico-técnica relativamente desarrollada en las áreas de bioquímica y medicina. Este último factor debería potenciarse mediante incentivos fiscales especiales para desarrollos de nuevas drogas terapéuticas, con premios adicionales para proyectos de cooperación entre laboratorios locales, de modo de tender a la consolidación del sector farmacéutico nacional para poder competir con las empresas de clase mundial.
Finalmente, pero no menos importante, las PyMEs industriales de nuestro país abarcan una serie de rubros tan disímiles como maquinaria agrícola, embarcaciones de recreo, máquinas envasadoras, equipo para distribución eléctrica, equipamiento electrónico para diagnóstico y tratamiento médico. Las ventas al exterior de una pléyade de productos pertenecientes a éstas y otras categorías intensivas en ingeniería, representan más del 12% de las exportaciones industriales, pero su inserción individual es poco significativa en la mayoría de los casos. Sus mercados se caracterizan por una competencia basada más en la calidad y la innovación que en el precio. Los competidores de países desarrollados, aunque muchas veces son PyMEs, son más grandes que sus análogas argentinas y por lo tanto cuentan con ventajas de escala, que les permiten distribuir los costos, especialmente los de desarrollo de sus productos, en un número mucho mayor de unidades. Además de economías de escala, estas empresas aprovechan las denominadas economías de alcance, ofreciendo una gama amplia de productos destinados a un mismo segmento de mercado, situación difícil de replicar para las PyMEs argentinas, nuevamente por razones de tamaño. Algunas ideas interesantes para superar estas limitaciones se están aplicando cada vez más. Los consorcios de exportación permiten distribuir costos comerciales entre las distintas empresas participantes. Desde el Estado se organizan misiones comerciales especiales y se solventan algunos gastos para la participación en ferias internacionales. También existen servicios públicos que hacen inteligencia comercial al servicio de los productores nacionales como la Fundación Exportar.
Pero para cambiar la historia hace falta mucho más. Las PyMEs argentinas deben crecer y para ello deben invertir más allá de sus beneficios, recurriendo a fuentes externas de financiamiento. La aversión a endeudarse frente a la tradicional inestabilidad de la demanda interna debe dar paso a la confianza en la capacidad de vender en mercados externos estables, pero que exigen calidad . El Estado deberá mejorar su oferta educativa para revertir el problema de la escasez de mano de obra de alta calificación. Asimismo, resulta crucial mejorar la infraestructura tecnológica necesaria para ensayos, certificaciones y asistencia técnica, tareas
que realiza el INTI, para alcanzar los estándares exigidos en los mercados externos.
*Integrante de Economía Industrial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial. queipo@inti.gov.ar
Fuente: Saber Cómo / INTI – N°64 – Mayo 2008