Un gran cambio en la economía argentina de los últimos años es la creciente incidencia del comercio exterior. Las exportaciones de bienes alcanzaron en 2007 los 55.000 millones de dólares (a las que deben sumarse las de servicios, que añaden al menos 15% más). Y en 2008 superarán los 70.000 millones de dólares. Frente a alrededor de 26.000 millones a inicios de esta década, el récord es evidente. Y no es acertado atribuirlo solamente a mejores precios: al menos en la misma proporción, el incremento de volúmenes ha sido una sólida razón.
La incidencia de las ventas externas en el PBI se ha más que duplicado (de alrededor de 10% en los 90 a alrededor de 22% en estos días, lo que pone a las exportaciones en porcentajes similares al de ciertos países desarrollados, como por ejemplo los europeos mediterráneos, y sobre el de algunos otros grandes y crecientes). Y la diversificación de mercados alcanzada (el año pasado, tras Brasil -principal destino- se destacaron como receptores China, Chile, EE.UU. y países europeos) más la diversificación de contenidos (aceites, pellets, autos y autopartes, químicos, máquinas y aparatos, cereales, oleaginosas, minerales, frutas, materias plásticas, papel y cartón, preparados de hortalizas, pieles y cueros, productos de la siderurgia) marcan un mejor panorama cualitativo.
Mucho han hecho empresas, las políticas públicas y el escenario mundial para esto. Para reforzarlo, el enfoque de la promoción comercial externa ha variado hacia una visión estratégica, consistente, sostenida. En primer lugar porque ha apoyado que empresas salgan al mundo a lograr relaciones estables y constantes que les permitan permanecer. Es lo que John Kay llama "arquitectura", que -sostiene- es una red de contratos relacionales (es decir: no los que se firman sobre el papel sino los que se basan en conductas repetitivas que generan confianza entre las partes) que ocurren alrededor de la empresa con socios, clientes o aun en grupos que conforman redes. Esto es lo que se logra con las más de 65 apariciones constantes, cada año, de unas 1.500 empresas en exposiciones, ferias y convenciones en las que participamos para sostener estos marcos. De esta manera se obtiene para ellas lo que David Beers (chairman global de Standard and Poors) califica como "ambientes sólidos", apoyados en predictibilidad, mecanismos claros de resoluciones de controversias y marcos estables. De modo que lo que se ha salido a buscar no son operaciones spot sino acuerdos que se mantengan.
A ello se ha sumado que para muchos nuevos exportadores la promoción les ha "traído a casa" la demanda, convocando a centenares de empresas internacionales para que participen en encuentros de negocios en nuestro país, con unas 1.000 empresas argentinas cada año (pulling de demanda, no ya pushing de oferta), lo que ha permitido que muchas empresas locales refuercen su marketing mostrando sus cualidades locales (recursos naturales y humanos, tecnología, mecanismos de gestión, innovación). Y, además, y por primera vez, medio millar de empresas argentinas ha posicionado productos finales, con marca y packaging, en las góndolas de las grandes firmas de venta al público de las grandes capitales del mundo, apoyándose en la creación de reputación por acciones de branding porque, como enseña J. C. Carrillo, el comercio es comunicación.
El cambio que se ve no está basado en sucesos, sino en procesos, que están poniendo a productos argentinos en las mesas de negocios más relevantes del globo.
(Fuente: Ambito Financiero)