Llega una misión de empresarios encabezada por el príncipe; agroindustria y siderurgia, entre las áreas de interés Con sólo 10,4 millones de habitantes y un ingreso per cápita de US$ 40.700 anuales, Bélgica -la 18° economía del mundo- sabe que no puede detenerse si quiere mantener su alto nivel de vida. Habituado a convivir con gruesos problemas políticos derivados de la rivalidad entre los mayores comunidades que lo integran, flamencos y valones (ver aparte), este pequeño país ubicado en el corazón de Europa enfrenta ahora el desafío de capear el temporal que la crisis financiera en Estados Unidos desató también en este continente.
Por eso, a fines de la misma semana en la que dos de los principales bancos con capitales belgas, Fortis y Dexia, tuvieron que ser rescatados por los Estados de Bélgica, Holanda y Francia para evitar la quiebra, una misión de un centenar de empresarios y funcionarios belgas, encabezada por el príncipe Philippe, en su rol de embajador comercial, viajará hoy hacia la Argentina para buscar negocios más allá de cualquier contexto hostil.
La visita contempla la inauguración, en Pilar, de una nueva planta de Umicore (proveedora de las industrias química, petroquímica y farmacéutica), con una inversión de unos $ 20 millones, y la firma de contratos para la cooperación científica y la adquisición de equipamiento médico. También habrá un acto oficial para destacar una operación ya hecha: la provisión de dos calderas para la nueva central eléctrica de Campana, construidas por Cockerill Mechanical Industries (CMI), y un seminario en la Cancillería sobre oportunidades de negocios entre ambos países. Un ejemplo: la que dice haber encontrado la firma de cosméticos de alta gama Seaderm, que se lanzará en la Argentina en enero para competir con las marcas francesas.
La agenda del príncipe incluye distintos encuentros, el martes próximo, con la presidenta Cristina Kirchner, con el ministro de Planificación, Julio De Vido, con el secretario de Energía, Daniel Cameron, y con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.
Se percibe aquí un sincero interés por saber qué se sabe de Bélgica en la Argentina y se intuye que no es mucho. El argentino medio probablemente desconozca que la principal marca de cerveza del país, Quilmes, está en manos de una empresa de mayoría belga (InBev) que, tras haber comprado la brasileña Brahma hace unos años, se encamina ahora a ser la mayor cervecera del mundo cuando concrete la anunciada adquisición de la norteamericana Anheuser-Busch, dueña de Budweiser.
No es raro para un país con tan bajo perfil que tiene que aclarar constantemente que una de las más célebres contribuciones a la gastronomía internacional, las papas fritas cortadas en bastones, es propia y no francesa. Junto a los chocolates y la cerveza, es lo que enumeran los propios belgas, no sin ironía, como su gran aporte al mundo. Obvia simplificación para un país con tradición en las industrias textil, siderúrgica, química, de maquinaria, y en infraestructura portuaria.
El intercambio comercial entre ambas naciones está a tono con la situación. Según cifras que brinda Fabienne L Hoost, directora general adjunta de la Agencia Belga para el Comercio Exterior, el país europeo representa sólo el 51° mercado para las exportaciones argentinas y viceversa. Pero el comercio está creciendo: las compras belgas a la Argentina pasaron de 298 millones de euros en 2003 a casi 395 millones en 2007, principalmente, alimentos, productos de origen animal y vegetal, minerales, químicos y metales básicos. En el primer semestre de este año ya acumulan 220 millones, un 8,3% más que en igual período de 2007.
Por su parte, las exportaciones del país europeo a la Argentina pasaron de 139 millones de euros en 2003 a casi 400 millones en 2007. En los primeros seis meses de 2008, en cambio, hubo una baja de 12,6% en la comparación con el año pasado.
(Fuente: La Nación)