Buses eléctricos en la Argentina

El país reúne las condiciones productivas necesarias para fabricar buses eléctricos según un trabajo de la CEPAL.

 

La producción de autobuses eléctricos dinamizaría el sector automotriz y su cadena de valor.


La Argentina tiene los activos físicos, recursos humanos calificados y la experiencia acumulada que le permitirá producir colectivos eléctricos, aunque deberá solucionar una serie de inconvenientes en ese camino, según el estudio “Dinámicas y perspectivas de la industria argentina de autobuses libres de emisiones”, de Martín Quiroga Barrera Oro, consultor de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El trabajo indica que el país tiene una industria automotriz desarrollada y madura que abastece al mercado local, con 100% de colectivos urbanos producidos en el Área Metropolitana de Buenos Aires y 50% de buses de larga distancia fabricados en el Gran Rosario.
En este estudio se recuperan algunas experiencias de pruebas piloto de unidades eléctricas en la Argentina y se ofrece un análisis del sector automotor del país, que abastece a la totalidad del mercado de autobuses urbanos.
Destaca que esa situación se da por la “larga trayectoria del sector fabricante de ómnibus, la buena calidad de los productos ofrecidos, los incentivos promocionales que mejoran su competitividad, la fuerza de un mercado oligopólico que hace valer la integración de su cadena productiva y el poder de influencia del sector sobre el Gobierno”.
Aclara el autor que estas unidades que salen al mercado son Diesel, lo que no sería óbice para que la industria se dedique a producir vehículos de transporte de pasajeros de tracción eléctrica, debido a que la industria local dispone de las capacidades productivas necesarias tales como activos físicos, recursos humanos calificados y experiencia acumulada.
Entre las ventajas menciona la madurez de la industria automotriz local; el alto nivel del sistema educativo-tecnológico, que permite contar con recursos humanos calificados; el desarrollo de la cadena de valor con esta tecnología, en el que ingresaron algunas empresas, y los beneficios e incentivos que ofrecería la ley de electromovilidad.
Además, reconoce que “el sector público entiende que la transición ya se encuentra en los planes de las terminales automotrices” y que, desde la tecnología, “los micros eléctricos no son muy distintos a los convencionales”, porque la mayoría de los componentes son similares.
Sin embargo, existen vallas que deberán afrontarse para lograr implementar la tecnología nueva, como el déficit de componentes claves como microchips, condensadores y electrónicos, tanto a nivel regional como global; el desarrollo de baterías, porque aunque el país tenga la segunda reserva mundial de litio, eso no implica que pueda producir las celdas, y las cadenas de producción de vehículos eléctricos no están consolidadas a escala industrial.
También, falta infraestructura de carga y abastecimiento energético adecuado que asegure la carga regular de las unidades; más las trabas financieras por los elevados costos iniciales de adquisición de buses, la falta de instrumentos de financiamiento y la incertidumbre frente al precio futuro de la energía.
El autor también alude a las debilidades del marco normativo y regulatorio del transporte de pasajeros, el diseño del sistema de transporte público, el contexto económico local y el esquema de subsidios y tarifas.
Sin embargo, considera que esta industria contribuiría al desarrollo industrial y tecnológico, y a la recuperación de la economía, ya que “la producción de autobuses eléctricos dinamizaría el sector automotriz y su cadena de valor (desde terminales hasta fabricantes de insumos y componentes) y repercutiría en el crecimiento de la producción, la creación de nuevas fuentes de empleo y la generación de ahorros”.
En la línea del litio “podrían generarse importantes sinergias para la fabricación de celdas de baterías, agregando valor a los procesos productivos en origen” y “la diseminación de los buses en los principales centros urbanos contribuiría a reducir el volumen de emisiones”.