¿Brasil y Argentina, se acabó el jogo bonito?

 

La relación comercial con el socio mayor del Mercosur no pasa por su mejor momento; la Argentina impuso trabas que afectan a los productos importados; el Gobierno amenaza con más barreras y Brasilia dice que recurriría a la OMC.

 

 

"No hay patadas a los tobillos ni al pecho", dijo esta semana el ministro de Desarrollo de Brasil, Miguel Jorge, refiriéndose a la relación comercial entre su país y la Argentina. "Sólo [las hay] en el fútbol, no en el comercio", agregó Jorge. Lo que no contó el ministro es que, aunque aún no hubo tarjetas rojas, ya se sacaron algunas amarillas entre los gobiernos y los empresarios de ambos países. Y el partido puede recalentarse a medida que el resultado apremie más que el jogo bonito.

No es lo mismo el actual conflicto que el enfrentamiento como el del fin de la convertibilidad, cuando la Argentina mantenía un superávit con Brasil a fuerza de trigo y petróleo, pero con un fuerte desvío de comercio e inversiones en el sector industrial, que el de ahora. No es lo mismo que la discusión de los años que siguieron a la devaluación del peso, cuando la Argentina crecía más que Brasil y la balanza se tornaba favorable al socio mayor del Mercosur porque las exportaciones de aquellas materias primas perdían empuje. Ahora, el déficit continúa, pero por efecto de la crisis internacional y otros endógenos, ambas economías prácticamente se estancaron.

En octubre pasado, ante el estallido de la debacle mundial, el gobierno de Cristina Kirchner impuso licencias no automáticas contra 1200 importaciones. Según los empresarios brasileños, la Argentina tarda más de los 60 días permitidos por la Organización Mundial de Comercio (OMC) para conceder esas licencias.

Y ante la profundización de la crisis, el Gobierno elevó este mes los valores criterio (mínimo) por los que deben tributar aranceles las compras externas de 800 productos. El presidente de la Federación de las Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), Paulo Skaf, respondió pidiéndole a su gobierno represalias contra los productos argentinos. El jefe de Estado brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, admitió los problemas con la Argentina, pero prometió un diálogo, y su canciller, Celso Amorim, atacó el proteccionismo argentino.

La alta tensión derivó en una reunión en Brasilia el martes pasado entre los ministros de Relaciones Exteriores (Jorge Taiana y Amorim); de Economía (Carlos Fernández y Guido Mantega), y de Producción (Débora Giorgi y Jorge). Uno de los protagonistas calificó el encuentro de "franco", es decir, que se dijeron en la cara lo que cada uno pensaba del otro.

En la reunión, la delegación argentina se negó a desandar las barreras contra los productos brasileños, como los electrodomésticos, electrónicos, calzados, autopartes, tejidos, ropa, siderúrgicos y vidrios. Taiana, Giorgi y el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradia, expusieron que las licencias no automáticas argentinas sólo afectan al 5% de las importaciones provenientes de Brasil (y al 4% de las que vienen de todo el mundo). En cambio, las licencias no automáticas que aplica Brasil perjudican al 75% de las exportaciones argentinas a ese país (y al 49% de las importaciones totales brasileñas). Chiaradia considera que las licencias brasileñas tienen un sesgo antiargentino, mientras que las licencias argentinas no castigan más a los productos brasileños que a los del resto del mundo.

 

Una tregua frágil

De las 9771 posiciones arancelarias que existen, Brasil aplica licencias no automáticas a 5089. La Argentina, a 164 (cada posición arancelaria abarca una diversidad de productos). Las licencias son admitidas por la OMC; lo impropio es demorarla más de la cuenta. De ahí que el gobierno brasileño no descarte recurrir las licencias argentinas a línea blanca (heladeras, cocinas y lavarropas), electrónicos, acero y calzado ante el tribunal de solución de controversias del Mercosur. También amenaza con impugnar ante la OMC las medidas antidumping del gobierno de Cristina Kirchner contra neumáticos de bicicleta, tejidos de poliéster y acero inoxidable, según O Globo. La delegación argentina no se quedó atrás y advirtió que aplicaría nuevas licencias no automáticas para proteger la maquinaria agrícola, más productos siderúrgicos, papel y pasta de celulosa. Mientras que las exportaciones brasileñas a la Argentina se derrumbaron el mes pasado un 48,4%, las de tubos para oleoductos crecieron el 216%; los laminados de hierro, el 1278%, y los rollos de papeles y cartones, un 145 por ciento.

Pero entre tanta tensión primó la idea de no agredirse, por lo menos por un tiempo. Los ministros de ambos países acordaron no adoptar medidas que perjudicaran al otro socio hasta el 4 de marzo, cuando se reúna por primera vez, en Buenos Aires, una nueva comisión bilateral. Desde hace cinco años que funciona una comisión para solucionar los conflictos que generan ciertas importaciones. El grupo deberá elevar propuestas concretas para la cumbre que en esta capital celebrarán el 23 de marzo Cristina Kirchner y Lula. "Si alguna situación puntual no se soluciona, pueden continuar las medidas", dijo una alta fuente argentina. "No podemos regalar la mano de obra ocupada", añadió.

Al gobierno argentino le preocupa que la exportación hacia el socio mayor del Mercosur se cayera en enero el 43,6%, pero lo que más encolerizó a Giorgi fueron los 70 meses consecutivos de déficit con Brasil. La ministra dijo que la Argentina no hubiera aplicado nuevas barreras si hubiese dispuesto del mecanismo de adaptación competitiva (MAC), la salvaguardia intra-Mercosur que se pactó en 2006 pero que nunca se puso en vigor. Falta que el Congreso de Brasil la ratifique. Otra idea de la ministra es establecer un mecanismo de comercio compensado para sectores en riesgo, como el que rige para las automotrices. Como el gobierno brasileño no puede comprometerse a cambiar el MAC, responde al argentino con la misma oferta de siempre: financiar exportaciones argentinas hacia su mercado con su banco de desarrollo Bndes.

Juan Luis Bour, economista jefe FIEL, opin
a que los nuevos conflictos con Brasil "son cosas típicas que surgen acá o entre los Estados Unidos y Europa cuando hay caída de la actividad, menos exportaciones y demandas para frenar las importaciones". Bour desestima que la nueva pelea en el Mercosur ponga en entredicho el bloque: "No creo. Es una cuestión de ciclo". De todos modos, destacó que en Brasil este mes está registrándose algún repunte, tras el brusco derrape de noviembre, diciembre y enero.

En concreto, en la primera mitad de febrero, creció el 6% la venta de automotores, lo que favorece a las exportaciones argentinas. El gobierno de Lula hizo un plan de fomento de la venta de coches, nacionales y extranjeros. Entre las protecciones que reclaman los industriales está la de un tipo de cambio más depreciado. "La Unión Industrial [UIA] dice que no discutirá de salarios sin discutir también del dólar -dice Bour-. Pero, en una recesión, no es fácil proteger porque todos bajan los precios. El mundo empeora si todos se protegen, se crea una contracción adicional."

En las terminales automotrices, las diferencias cambiarias entre la Argentina y Brasil pueden derivar en el mediano plazo en cambios de proveedores de piezas de un país a otro. Hasta ahora este fenómeno no se ha producido: "No hay invasión brasileña", reconocen las autopartistas argentinas. Pero el gerente general de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC), Juan Cantarella. El economista Juan Massot, de la Universidad del Salvador, opina: "El Mercosur no puede establecer más trabas que las que ya tiene".

 

Fuente: La Nación