Autos, bencina y surtidores



El apasionante relato de los comienzos de la producción y distribución nacional de combustibles.
 

Allá por 1892 un carro sin caballo circuló estrepitosamente por primera vez ante el asombro de los porteños. Era un vehículo marca Benz, conducido por su audaz propietario, Don Dalmiro Varela Castex. En 1897, un prestigioso fabricante porteño de carruajes, Guillermo Fehling, importó un enorme automóvil marca Daimler, que fue uno de los primeros coches impulsados a nafta que transitó por el país. No existían aquí estaciones de servicio ni surtidores en la vía pública, por lo que Fehling debía utilizar ocurrentes lugares para proveerse de nafta. En una oportunidad, cuando su tanque quedó vacío, adquirió una botella de bencina en una farmacia cercana al Hipódromo de Palermo, aunque su proveedor habitual era un tintorero que le facilitaba la bencina que él utilizaba para la limpieza de los trajes. Estos vehículos fueron muy resistidos, pero, poco a poco, se fueron instalando en la sociedad que los miraba con asombro. Para 1906 circulaban 340 autos particulares, 82 de alquiler y 24 camiones. La rápida expansión de los vehículos disparó la necesidad de obtener gasolina y, como consecuencia, empezó a crecer la demanda de petróleo.


Aceite siciliano

Los romanos, 500 años antes de Cristo, iluminaban sus casas con aceite siciliano, que no era otra cosa que petróleo. Antiguamente éste afloraba naturalmente a la superficie. Su nombre deriva de las palabras latinas que significan aceite de roca. El término nafta es de origen persa que significa líquido. Los chinos perforaban los suelos buscando salmuera y, en ocasiones, hallaban petróleo que lo usaban como ungüento medicinal. Los asirios y egipcios encendían con él sus antorchas y los indios americanos curaban sus llagas.

Hay quienes opinan que no fue casualidad, buscando agua, cuando la máquina perforadora superó los 500 metros y permitió el hallazgo "de queroseno de la mejor calidad" como anunciaba alborozado el telegrama, de aquel 13 de diciembre de 1907, desde Comodoro Rivadavia. Ya existía una labor sistemática de estudios del suelo y del subsuelo. Fue en esa misma localidad donde después se instaló la primera planta destiladora, que inició la elaboración de nafta, queroseno y fueloil. Con buenos resultados fueron probados por una locomotora del Ferrocarril Sud en el trayecto Constitución-Temperley.

Se creó la Dirección General de Explotación de Petróleo, entidad que sentó las bases de lo que después sería YPF, que inició sus actividades el 3 de junio de 1922, organismo que tenía por finalidad incrementar la explotación petrolera. Su director fue el coronel Enrique Mosconi, que impulsó la idea: "La propiedad del subsuelo es un derecho inalienable del país".

Se tiene conocimiento de que el primer surtidor fue instalado en 1914, en plaza Lorea. Anteriormente, la gasolina importada se vendía en tanques galvanizados de 200 litros. La mayoría de las estaciones de servicio se repartía entre la compañía Energina, que era inglesa, y la Wico, norteamericana. Su instalación fue reglamentada por una ordenanza de diciembre de 1915 que prohibía la instalación de surtidores a menos de 400 metros con el fin de evitar la competencia y fomentar la venta en otras zonas. Una vez vencidos los diez años de la concesión, pasarían sin cargo, al municipio. YPF logró que le fueran adjudicados varios, hasta el comienzo de la década del 30, en la que se empezaron a prorrogar los plazos, argumentando que se debía evitar la monopolización del Estado.

Primer surtidor

El 22 de febrero de 1923, YPF había inaugurado en Buenos Aires su primer surtidor de queroseno. A los tres meses, ya se contaba con seis más. El 20 de junio, en Bartolomé Mitre y la Av. Rosales, quedó habilitado el primer surtidor de nafta destinado exclusivamente al servicio de vehículos de chapa oficial. Ese mismo año, en la plazoleta de Pedro de Mendoza y Brasil, se instaló un surtidor para el despacho de petróleo, con una capacidad para cargar en carros tanques de más de 2000 tn diarias.

En 1925, una vez inaugurada la destilería en La Plata, la firma concesionaria para distribución y venta de la nafta fue J. F. Auger y Cía., que organizó 586 agencias, con surtidores para el expendio en la vía pública. Torcuato Di Tella (padre) le ofrece fabricar los surtidores a su amigo, el general Mosconi, quien acepta, porque le interesa sostener su fabricación nacional y quién además había tomado una de las más trascendentes medidas: rebajó el precio de la nafta, lo que obligó a la competencia a hacer lo mismo.

A principios de 1927, aparecía en los surtidores y en avisos publicitarios la sigla de YPF, Nafta Nacional Fiscal YPF Comodoro Rivadavia, y en los surtidores se leía la leyenda: "Nafta Nacional YPF la más perfecta". El lema era: "Apoye la nafta argentina, compre un símbolo de la soberanía". Estos surtidores eran a manija y exigían cierta habilidad y fuerza para su manejo.

 

Fuente: La Nación